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lunes, 15 de julio de 2013

Nuestras noches felices (II)

 …y entonces el feeling llega al corazón,
En el Gato Tuerto con Revolución.
                                                      Virgilio Piñera

El pintor Juan Boza Sánchez era bajito y gago, las palabras se le partían en la garganta y se quebraban todas, se hacían pedazos al el pronunciarlas y sufría pequeños ahogos que constantemente, sucedían en su conversación. Hablo de 1966, en el mes de diciembre, Boza era un pintor que prometía mucho y aún faltaban algunos años para el éxodo devastador del Mariel que se lo llevo a Nueva York donde finalmente murió. Boza era de la Plaza de Bedoya, aquí en Camagüey pero no es de eso de lo que voy a hablar, sino de la noche que pasamos juntos en El Gato Tuerto en la calle del Nacional casi en el mismo Malecón, un sitio en aquel momento, extraordinario y que aun, al menos para mí tenía que ver con una Habana que no iba a conocer nunca pero que intuía como a una de las grandes capitales del mundo occidental, la Llave del Golfo, la más hermosa de las hembras, voluptuosa y ardiente como una única hetaira a orillas del mar del Estrecho de la Florida. Una Habana que yo no inventé sino que era y fue. Nada más. Pero esa noche, insisto, La Habana estaba como vestida de gala, con estrellas y las aguas batiendo el muro del Malecón cuando entramos al club mas famoso de ese momento, donde se reunían los intelectuales y Miriam Acevedo cantaba unas canciones hermosísimas y actuaba brillantemente vestida con un traje de un intenso color rojo más deslumbrante y vital que nunca, sentada en una alta banqueta, derrochando ingenio y algo que se ha convertido en casi una dificultad encontrar: buen gusto. Como dijo Piñera un club diseñado para los amantes, un sitio donde la felicidad y la desdicha se dan la mano, según escribió, pero para mí no había desdicha aquella noche, sino todo lo contrario y mientras Boza bebía un coctel y yo agua mineral (era incapaz de beber alcohol en ese momento). La noche se iba apoderando de aquel pequeño lugar donde no cabía nadie más y Boza gagueando y yo como una puñetera cámara fotográfica tratando de plasmar para mi interior aquel momento que intuí iba a desmoronarse en cualquier momento. Era demasiado hermoso, demasiado inteligente lo que allí pasaba y yo, a los diecinueve años que tenía entonces, ya poseía un olfato para percibir que era imposible que aquello se mantuviera y así sucedió. Un periodista de Juventud Rebelde arremetió contra aquello y el caso fue que las noches del Gato Tuerto dejaron de ser, y quizás la persona que más se entristeció, porque siempre lo obligaron a estar triste, fue Virgilio quien me comentó el percance que tuvo con el tipo de la prensa en una de sus visitas a mediados del año siguiente, donde venía a estar con Carlín, su amigo de siempre y de refilón conmigo. Recuerdo que  aquella noche Boza me presentó a Juan Angel Espasande con quien luego haría una amistad magnífica por el tiempo que estuvo en Camagüey haciendo el servicio social, uno de los personajes más elocuentes que he conocido, con una sensibilidad especial; pero esa noche él ni se dio cuenta de mí, estaba también asintiendo con la cabeza como quien está de acuerdo con todo y cómo no estarlo si ya era como uno de los alientos postreros de La Habana, una ciudad que se sumergía en algo inexplicable y de lo que fue, finalmente saldría destrozada, pero bella aún como esas señoras muy pero que muy burguesas que ya se extinguen y que, sin embargo tienen la clase de lo que sobrevive a golpes de buena voluntad o de capricho, ese empecinamiento extraño de mantener algo que se va y que luchan porque no y se pueden encontrar aún como un vestigio en las iglesias y las viejas casonas. La noche fue acabando y Boza y yo decidimos acompañar a Virgilio que había leído sus poemas: Boza achispado y yo, al lado de Piñera sintiéndome el mejor, subimos hasta 27 y dejamos a Virgilio a la puerta de su edificio de apartamentos y estoy tan seguro de que voy a ser feliz, voy a ser el mejor, alguien me va a amar intensamente, soy hermoso y mi filme se está realizando con todas las de la ley, un brillante protagónico me espera y la acción comienza en aquel momento: ¿Qué pasó que no llegué a comenzar la filmación? ¿Qué tenebroso destino me esperaba? ¿Cuál será la toma final de este filme descorazonado y aburrido que sigo permanentemente protagonizando?

3 comentarios:

  1. Gracias Niki por este regalo!
    Y.R.

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  2. Que bueno que Niki se haya decidido abrir un blog

    Jorge

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  3. Brillantemente triste como una obra de arte, Niki.
    Esperamos la genial historia de tu apodo.
    Tu hermano camagueyano Daniel Morales

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